Según Anaxímenes, el aire era el principio de todas las cosas. Empédocles lo consideró uno de los cuatro elementos primordiales (junto con el agua, el fuego y la tierra). Para los alquimistas medievales, aire era una denominación genérica que designaba diversos gases: el oxígeno era el aire vital, el hidrógeno era el aire inflamable.
Considerado después como un elemento simple, su carácter de mezcla fue demostrado por Lavoisier a mediados del siglo XVIII. Los componentes constantes del aire son: nitrógeno (78% en volumen), oxígeno (21%), gases inertes e hidrógeno (0,00005%); además, contiene cantidades pequeñas y variables de dióxido de carbono y vapor de agua.
Esta composición se mantiene aproximadamente constante hasta los 3.000 m de altitud, lo cual permite que se produzcan los procesos de oxidación y combustión. El aire es un fluido transparente, incoloro e inodoro, buen aislante térmico y eléctrico. En condiciones normales, un litro de aire pesa 1,29 g.
El aire líquido se obtiene por medio de compresiones y expansiones adiabáticas repetidas, que producen un fuerte enfriamiento del aire (efecto Joule-Thompson) hasta que, al alcanzar los -193° C, tiene lugar la licuefacción.
Lo que se denomina aire es una mezcla compuesta por un 76% de nitrógeno, un 23% de oxígeno y un 1% de gases, como el vapor de agua, argón, neón, dióxido de carbono, helio, kriptón y ozono. El oxígeno que contiene el aire es el que penetra en nuestro organismo cuando inspiramos y permite la salida del dióxido de carbono. Este intercambio es el que le da vida a nuestras células.
La composición del aire varía con la altitud, así que a nivel del mar el oxígeno será mucho más abundante que a una altura de 6 km.
Gas % en volumen
Nitrógeno 78.08
Oxígeno 20.95
Argón 0.91
Dióxido de carbono 0.033
Neón 0.0018
Helio 0.0005
Kriptón 0.00011
Xenón 0.000009
Agua 0.01
Hidrógeno 0.01