El lucrativo negocio del agua Sólo el 0,5% del toda el agua existente en el mundo es potable, por consiguiente útil para la vida humana; el resto es agua salada y proveniente de glaciares. Se sostiene, con razón, que las próximas guerras serán por la posesión del agua, que, siúticamente, algunos llaman "el oro azul".
El calentamiento global ha hecho retroceder los glaciares limitando aún más la poca masa de agua disponible. El agua es un negocio muy lucrativo, aprovechado incluso por empresas embotelladoras para obtener grandes utilidades en base a supuestas aguas medicinales. El agua no pertenece a los chilenos: el Código de Aguas, impuesto por Augusto Pinochet, en 1981, no define este recurso como un bien perteneciente a toda la nación, sino como un producto económico, transable en el mercado.
El 88% de las aguas chilenas pertenece a Endesa, una transnacional que hoy encabeza el proyecto de HidroAysén, el resto está repartido entre regantes; por consiguiente, los ciudadanos chilenos, que debieran ser los dueños del agua, no son propietarios ni siquiera de un litro de este líquido, esencial para la vida. Si este no es crimen de lesa patria. A causa de estos dos "regalos" neoliberales de gobiernos anteriores, el Presidente Piñera, aplicando el original y no la fotocopia, concretó la enajenación del 30% de las acciones del Estado -el 29% de Esval, el 43% de Essbio, el 45% de Essal y el 45% de Aguas Andinas-; así, el Estado quedará sólo con el 5% del total de las acciones de las empresas.
No hay caso, con los partidos del bipolio nada podremos esperar respecto de la defensa de las aguas como un bien social y un derecho humano fundamental. Propongo que las aguas vuelvan a pertenecer al Estado y que ningún gobierno, bajo ningún motivo, pueda enajenarlas sin una consulta plebiscitaria a la ciudadanía. En América Latina, solamente Uruguay ha prohibido la privatización de las aguas.
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