Por casi 30 años, Wilfredo Rocha retó al desierto sembrando hortalizas en La Chimba, al norte de Antofagasta. En 2006 “di el salto a la hidroponía”, cuenta, y explica que pasó de la tierra a piscinas con agua en las que cultiva y cosecha sus lechugas.
Cada mes obtiene 3.500 bolsas, de 400 gramos cada una. Las vende a comerciantes en $600, pero después en la feria se encuentran incluso a $1.000.
Unas cuadras más allá está el “rey de los tomates”, Esteban Zlatar. Hoy, en media hectárea, produce nueve toneladas al año, aunque su meta es llegar a veinte. “Incluso, ya entrego a un supermercado”, dice.
Ambos son parte de los 150 productores del sector Alto La Portada, una verdadera “ciudadela hidropónica” (cultivo sin suelo) junto al acceso al monumento de La Portada y a 15 km al norte de Antofagasta.
En 1.800 m {+2} de terreno -crecerá a 5 mil m {+2} en los próximos 3 años- viven más de 700 personas gracias a los cultivos hidropónicos. Producen pimentones, ají, perejil, espinaca y melones.
Los terrenos fueron traspasados por Bienes Nacionales y el municipio a la Asociación Gremial que los reúne hace casi ocho años. Desde entonces, la desértica zona se cubrió con invernaderos, tapados con malla para evitar la radiación y la evaporación del agua.
Y desde 2013 ostentan un “récord” latinoamericano: son los primeros cultivos de este tipo regados con agua desalinizada. El líquido llega desde una planta cercana, que con 660 lt/s abastece al 65% de los 400 mil habitantes de Antofagasta.
Dolores Jiménez, presidenta de la agrupación, explica que venden los productos en La Vega y ferias de Antofagasta, Calama, Mejillones y Tocopilla, “a precios hasta 50% inferiores que en supermercados”
La incipiente ciudad carece hoy de alcantarillado y las calles, aún sin nombre, son de tierra. Las casas tampoco tienen número y se conocen por las familias que las habitan.
El agua la sacan de estanques y la energía, de paneles solares. Pero de a poco empieza a tomar otra forma: proyectan instalar señalética en las calles y este mes inaugurarán una feria para vender sus cosechas hidropónicas. Además, tendrán una plaza, jardines y juegos infantiles.
“Nos hemos sacrificado, pero vale la pena. Trabajo con cinco familiares y me especialicé en producir acelgas”, comenta Lorena Silva.
La producción anual de lechugas bordea las 10 mil unidades y los tomates superan las 35 toneladas. Para llegar a eso, cada tres meses pagan $450 mil en agua, que reutilizan.
“Ahora los estamos asesorando en el correcto uso de plaguicidas”, añade Ángel Sartori, director nacional del SAG.