Es cierto que todo gran proyecto de remodelación debe que considerar, además del aporte estético de la propuesta, una rentabilidad social medible, pues los recursos públicos no están para gastarse en iniciativas "de lujo" que poco aporten al bienestar de la población. Y así deberá ser con la idea del Mapocho navegable: primero, veamos para qué sirve, y a quién, luego estudiemos si vale la pena poner manos a la obra.
Es cierto que todo gran proyecto de remodelación debe que considerar, además del aporte estético de la propuesta, una rentabilidad social medible, pues los recursos públicos no están para gastarse en iniciativas "de lujo" que poco aporten al bienestar de la población. Y así deberá ser con la idea del Mapocho navegable: primero, veamos para qué sirve, y a quién, luego estudiemos si vale la pena poner manos a la obra.
Aun así, ¡vaya que el prospecto es atractivo! Para los santiaguinos, muchos de ellos acostumbrados a ver en su río un vertedero gratuito o un obstáculo a la libre circulación, que el Mapocho se convierta en un lugar agradable, que invite a disfrutarlo en lugar de hacerle el quite, es como un sueño (más aun ahora que, ¡por fin!, está descontaminado).
Guardando el adecuado sentido de las proporciones, el río santiaguino podría sumarse a la lista de cursos de agua que dan identidad a otras grandes ciudades del mundo. París no sería igual sin el Sena y sus bateaux mouches; Londres no se entiende sin el Támesis y su navegación de todo calado, y surcar el Potomac para observar desde un barco el Lincoln Memorial o el monumento a Washington es un paseo imperdible.
Ojalá la idea prospere, si se demuestra que es útil, además de interesante. Bien sabemos que a Santiago le hacen falta hitos urbanos que la embellezcan, pues poco hemos cuidado los que tenemos. Y quizás esta sea una ocasión para hacerlo, para que vista desde el río, nuestra capital luzca una mejor cara. (MOJ)
Fuente " la tercera"
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