En Temas de Interés anteriores se ha tratado la posibilidad de que, en unos años más, el líquido vital sea la principal motivación para levantar las armas en el Planeta.
Ya sea por la contaminación de la poca agua dulce existente en el globo, o por la disminución de las tierras para habitar, el recurso hídrico será un elemento fundamental para definir la supremacía de un grupo por sobre otro.
Acá les presentamos cómo evitar esta Guerra inminente y las conclusiones que expertos han sintetizado gracias a reuniones y encuentros alrededor del mundo.
El tema también fue incluido en la agenda de expertos provenientes de 140 países en el foro de la Semana Mundial del Agua en Estocolmo (Suecia), realizado en Agosto del 2006. A medida que se reflexionaban, el fantasma de Mark Twain se instalaba en Estocolmo, evidenciando los vínculos entre la escasez de agua y los conflictos violentos entre Estados.
¿Nos dirigimos hacia una época de “guerra hidrológica” en la cual los ríos, lagos y acuíferos se transformarán en activos de seguridad nacional, los cuales serán objetos de beligerancias, o serán controlados por Ejércitos aliados y Estados-cliente? ¿O puede el agua convertirse en una fuerza de paz y cooperación?
Al observar sucesos recientes, es difícil no unirse a las filas de los pesimistas que perciben las guerras por el agua no como una amenaza futura sino como una realidad actual.
Considere el reciente conflicto en el Líbano. Al margen del horror general, hubo un evento que pasó casi desapercibido. La destrucción por las bombas israelíes de los canales de irrigación que transportan agua del río Litan a las tierras agrícolas de las llanuras costeras y partes del Valle de Bekaa pone en riesgo el sustento de miles de personas.
Este no es un ejemplo aislado. El mes pasado en Sri Lanka, la negativa de los Tigres Tamil de abrir las compuertas del canal que abastece con agua a los agricultores de arroz generó un enfrentamiento militar a gran escala.
Se trata de una crisis global generada por décadas de una pésima administración de los recursos de agua.
Los conflictos que estallan dentro de los países son una consecuencia de la cada vez mayor escasez de agua. Pero el agua representa el recurso más fugitivo de todos. Dos de cada cinco personas del mundo vive en cuencas de lagos y ríos que cubren una o más fronteras internacionales. Es esta interdependencia hidrológica la que tiene el potencial de transmitir una aguda lucha por el agua a través de las fronteras.
Un tema primordial en la agenda de la Semana Mundial del Agua fue el sistema fluvial del Tigris y Eufrates. No existe otro sistema que demuestre con más claridad la naturaleza de la interdependencia hidrológica. En Turquía, los ríos Tigris y Eufrates son percibidos como un recurso de energía y regadío subexplotado. Desde la perspectiva de Siria e Irak, las represas turcas amenazan el sustento de cientos de miles de personas debido a que los agricultores pierden acceso al agua.
Otro ejemplo son los enormes programas de desvíos de ríos que planifican China e India como parte de una estrategia nacional destinada a transferir agua desde zonas con un exceso de agua a zonas donde escasea. Los gobiernos de los países cercanos temen una pérdida catastrófica de agua. Bangladesh ha advertido que cualquier desvío del río Ganges realizado con el fin de satisfacer las necesidades de las ciudades de India podría socavar la subsistencia de millones de granjeros vulnerables.
En el Medio Oriente, la región más problemática respecto de la escasez del agua, más de un 90% del agua utilizable cruza fronteras internacionales. Olvide el petróleo: el recurso más valioso de la región fluye en el río Jordán o se halla en los acuíferos que vinculan a Israel con los territorios ocupados palestinos.
¿Cómo puede el mundo moverse hacia un mundo de cooperación futura y no lucha respecto del agua? Hay cuatro amplias reglas.
Primero, los gobiernos deben dejar de usar el agua como si fuera un recurso infinitamente disponible a ser explotado y tomar en cuenta la sustentabilidad ecológica. Por cierto, el agua es escasa en muchos países, pero esa escasez se debe a malas políticas económicas. Mejorar la eficacia del uso de agua y estimular la conservación mediante los precios y las tecnologías más eficaces en la agricultura y la industria ayudaría a reducir la escasez.
Segundo, los países deben evitar el unilateralismo. Cualquier alteración aguas arribas a un sistema fluvial o cualquier aumento en el uso compartido de agua subterránea debería ser negociado, no impuesto.
En tercer lugar, los gobiernos deberían mirar más allá de las fronteras nacionales hacia la cooperación basada en cuencas. La construcción de fuertes instituciones de cuencas fluviales podría proporcionar un marco para identificar y explotar oportunidades para la cooperación.
Finalmente los líderes políticos deben involucrarse. Muy a menudo, el diálogo en torno a la administración transfronteriza del agua lo dominan los expertos técnicos. Cualquiera sea su nivel de pericia, dedicación y profesionalismo, la ausencia de dirección política suele limitar la capacidad para implementar una cooperación de gran alcance.
Fuente:
"La Nacion"