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Los sensores se pueden aplicar en campos, como este viñedo. |
Esta situación dejará en breve de ser una mera suposición para convertirse en realidad, gracias al sistema de redes sensoriales que ha desarrollado la empresa aragonesa Libelium. Se trata de una idea innovadora, única en el mundo, que podría revolucionar no sólo la lucha contra incendios, sino campos más amplios, como la agricultura, ganadería o incluso el control de las infraestructuras de la ciudad. "Y el objetivo final es llegar al hogar - señala David Gascón, de Libelium-, que la tecnología permita a la gente dejar de preocuparse de muchas cosas del día a día, como riegos en el jardín o la entrada de intrusos en la casa".
El sistema de redes sensoriales consta de varios "detectores" o "caza informadores", llamados "motes", que están continuamente tomando señales del entorno. "Informan de niveles de humedad, gases, temperatura, presión, presencia de un objeto - enumera David- y lo envían de forma inalámbrica a una base receptora". Esta base es el cerebro de la operación y decide qué hacer con los datos que le están enviando. Si los niveles de monóxido de carbono son muy elevados, esto se debe a que hay combustión, por lo que toma la decisión de enviar un mensaje, ya sea email, sms o incluso llamada telefónica. Los sensores alcanzan un radio de entre cien a trescientos metros y funcionan con baterías, que se recargan con energía solar. De este modo, son independientes y el propietario puede desentenderse de ellos.
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"La tecnología también se puede aplicar a la agricultura - explican desde Libelium-, mediante sensores ambientales y subterráneos, que miden la temperatura del exterior y grado de humedad, pero también el agua que se conserva en el suelo. Así, en sitios como un campo de golf, se podría detectar qué zonas necesitan agua y cuáles no, con el fin de evitar riegos superfluos y conseguir un ahorro sustancial". Las aplicaciones en la agricultura permiten también evitar la aparición de enfermedades como el oidio o brotitis, que afectan en especial a los viñedos. Para ello, basta que el ordenador central sepa a qué nivel de humedad, insolación y temperatura hay riesgo de que proliferen los hongos. El agricultor recibe un mensaje en el teléfono móvil y sabe en qué lugar de la parcela debe hacer las correcciones. Los viveristas también pueden aplicar los sensores para saber si la humedad ambiental es la adecuada o si la temperatura del sustrato se mantiene estable. Además, otros sensores pueden medir la radiación ultravioleta y comprobar, de este modo, que las plantas reciben la cantidad de luz adecuada para realizar la fotosíntesis y evitar, de este modo, enfermedades como la clorosis.
"Las redes sensoriales pueden aplicarse a todo tipo de campos- señala David Gascón-. Si se hiciera de Zaragoza una ciudad sensorial, podría controlarse todo tipo de áreas, como los niveles de polución, de humedad, temperatura, tratamiento de aguas... En la actualidad estamos colaborando con el Consejo Económico y Social de Aragón, para crear una red de control del ecosistema. Las posibilidades son infinitas".
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